Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre el autoenga�o?”

Respuesta:

topreadz.com/Espanol Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre el autoenga�o?” Respuesta: Vivimos en un mundo lleno de mentiras, y los enga�os provienen de diferentes lugares. Hay esp�ritus mentirosos que nos extrav�an (1 Timoteo 4:1); hay “malos hombres y enga�adores” que buscan incautos (2 Timoteo 3:13); y, probablemente lo m�s grave, tenemos que lidiar con nosotros mismos….

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Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre el autoenga�o?”

Respuesta:
Vivimos en un mundo lleno de mentiras, y los enga�os provienen de diferentes lugares. Hay esp�ritus mentirosos que nos extrav�an (1 Timoteo 4:1); hay “malos hombres y enga�adores” que buscan incautos (2 Timoteo 3:13); y, probablemente lo m�s grave, tenemos que lidiar con nosotros mismos. El autoenga�o es algo com�n en nuestro mundo ca�do.

Nuestros propios corazones son enga�osos, hasta el punto de que nos enga�amos f�cilmente a nosotros mismos (Jerem�as 17:9). Isa�as 44:20 habla de un id�latra que es enga�ado por su propio “coraz�n enga�ado”. El profeta Abd�as identifica la arrogancia como una de las ra�ces del autoenga�o: “La soberbia de tu coraz�n te ha enga�ado” (Abd�as 1:3). El orgullo humano siempre nos ciega a la verdad. Nos promete el honor, pero nos trae la desgracia: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la ca�da la altivez de esp�ritu” (Proverbios 16:18).

Santiago 1:22 nos advierte que no nos enga�emos a nosotros mismos: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, enga��ndoos a vosotros mismos”. El autoenga�o que Santiago menciona est� relacionado con una respuesta inadecuada a la verdad. La Palabra de Dios tiene como objetivo cambiarnos (ver Salmo 119:11 y Juan 17:17). Podemos sentarnos en la iglesia durante a�os, escuchando un serm�n tras otro, pero si nunca permitimos que la Palabra predicada nos cambie, entonces nos estamos auto enga�ando. Podemos leer la Biblia de principio a fin, pero si no ponemos en pr�ctica sus mandatos, nos enga�amos a nosotros mismos.

Este enga�o es com�n entre las personas religiosas que acumulan verdades en sus mentes, asumiendo que de eso se trata la “verdadera religi�n”. Sin embargo, las Escrituras no fueron dadas simplemente para producir te�logos; fueron dadas “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:17). Poseer la verdad en la mente no es necesariamente una cualidad que cambie el car�cter. Santiago 1:23-24 lo ejemplifica: el mero hecho de mirarse en un espejo no es necesariamente una experiencia que cambie la apariencia. El espejo puede decirnos que nuestro cabello est� desordenado, pero a menos que saquemos el cepillo y tratemos el problema, los enredos permanecer�n.

Santiago contin�a contrastando el autoenga�o, la religi�n “sin valor” con la religi�n “pura y sin m�cula”, dando un ejemplo pr�ctico de cada una. Un tipo de autoenga�o es creer que nuestras palabras no importan: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que enga�a su coraz�n, la religi�n del tal es vana” (Santiago 1:26). Por el contrario, los que evitan con �xito el autoenga�o practican la verdadera religi�n: “La religi�n pura y sin m�cula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los hu�rfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (vers�culo 27). La religi�n vac�a permite a la persona usar sus miembros corporales y sus recursos materiales hacia objetivos egoc�ntricos. No obstante, Dios aprueba que “la fe que obra por el amor” (G�latas 5:6).

El autoenga�o est� tr�gicamente ilustrado por Sans�n. Este poderoso h�roe de Israel revel� a Dalila el secreto de su fuerza, y �sta lo delat� ante sus enemigos mientras dorm�a. Cuando le cortaron la cabellera, Dalila grit�: “�Sans�n, los filisteos sobre ti! Y luego que despert� �l de su sue�o, se dijo: Esta vez saldr� como las otras y me escapar�. Pero �l no sab�a que el Se�or ya se hab�a apartado de �l” (Jueces 16:20). Sans�n aprendi� a las malas que olvidar la Palabra de Dios es una forma de autoenga�o.

La bravuconer�a del gigante Goliat es otro ejemplo de autoenga�o. Se pavoneaba, se jactaba y lanzaba insultos a Israel, seguro de que su gran tama�o y fuerza f�sica le asegurar�an la victoria contra el m�s peque�o y d�bil David. Pero estaba equivocado; de hecho, Goliat ni siquiera sab�a qu� batalla estaba librando. Su lucha no era contra David, sino contra el Dios de David (1 Samuel 17:41-51).

El autoenga�o tambi�n puede darse en relaci�n con la propia seguridad, como se muestra en la par�bola de Jes�s sobre el rico insensato. El hombre de la historia estaba encantado de que su tierra produjera una cosecha extraordinariamente abundante. Cre�a que hab�a llegado a un momento de su vida en el que pod�a decir: “rep�sate, come, bebe, regoc�jate” (Lucas 12:19). Se trataba de una ilusi�n, porque esa misma noche morir�a (vers�culo 20).

La iglesia de Laodicea fue v�ctima de un autoenga�o respecto a su condici�n espiritual. Esta iglesia tibia se hab�a convencido a s� misma de que todo estaba bien: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (Apocalipsis 3:17). Jes�s, quien siempre dice la verdad, les enderez� el camino: “no sabes que t� eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (vers�culo 17).

Para evitar el autoenga�o, debemos ser como el que “mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este ser� bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1,25). Recordar la Palabra, practicarla y perseverar en ella es lo que cambia el car�cter y contrarresta el autoenga�o. Al igual que un espejo, la Palabra de Dios siempre nos mostrar� la verdad.

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