Pregunta: “�Qu� podemos aprender de la vida de Mois�s?”

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topreadz.com/Espanol Pregunta: “�Qu� podemos aprender de la vida de Mois�s?” Respuesta: Mois�s es una de las figuras m�s destacadas en el antiguo testamento. Mientras que Abraham es llamado “padre de los fieles” y el destinatario del incondicional pacto de gracia de Dios con Su pueblo, Mois�s fue el hombre escogido para traer la redenci�n a…

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Pregunta: “�Qu� podemos aprender de la vida de Mois�s?”

Respuesta:
Mois�s es una de las figuras m�s destacadas en el antiguo testamento. Mientras que Abraham es llamado “padre de los fieles” y el destinatario del incondicional pacto de gracia de Dios con Su pueblo, Mois�s fue el hombre escogido para traer la redenci�n a Su pueblo. Concretamente, Dios eligi� a Mois�s para guiar a los israelitas del cautiverio en Egipto y llevarlos a la salvaci�n en la tierra prometida. Mois�s tambi�n es reconocido como el mediador del antiguo pacto, y se conoce com�nmente como el dador de la ley. Por �ltimo, Mois�s es el autor principal del pentateuco, los libros fundamentales de toda la biblia. El papel de Mois�s en el antiguo testamento, es una sombra y tipolog�a del papel que Jes�s desempe�a en el nuevo testamento. Como tal, su vida definitivamente vale la pena estudiarla.

La primera vez que nos encontramos con Mois�s, es en los primeros cap�tulos del libro de �xodo. En el cap�tulo 1, descubrimos que, despu�s de que el patriarca Jos� rescat� a su familia de la gran hambruna y los situ� en la tierra de Gos�n (en Egipto), los descendientes de Abraham vivieron en paz durante varias generaciones, hasta que subi� al poder en Egipto un fara�n que “no conoc�a a Jos�” (�xodo 1:8). Este fara�n esclaviz� al pueblo hebreo y los utiliz� como esclavos para sus grandes proyectos de construcci�n. Por causa de que Dios hab�a bendecido el pueblo hebreo con un r�pido crecimiento num�rico, los egipcios comenzaron a tener miedo del creciente n�mero de jud�os que viv�an en sus tierras. Por lo tanto, el fara�n orden� la muerte de todos los hijos varones nacidos de mujeres hebreas (�xodo 1:22).

En �xodo 2, vemos que la madre de Mois�s intenta salvar a su hijo coloc�ndolo en una canasta y poni�ndolo en el Nilo. La canasta finalmente la encontr� la hija del fara�n, y ella lo adopt� como si fuera su hijo y lo educ� en el palacio del mism�simo fara�n. Mientras Mois�s crec�a hasta su edad adulta, comenz� a identificarse con el sufrimiento de su pueblo. Cuando presenciaba que un egipcio estaba golpeando a un esclavo hebreo, Mois�s intervino y mat� al egipcio. En otro incidente, Mois�s intent� intervenir en una disputa entre dos hebreos, pero uno de los hebreos reprendi� a Mois�s y sarc�sticamente coment�, “�Piensas matarme como mataste al egipcio?” (�xodo 2:14). D�ndose cuenta de que su acto criminal se conoci�, Mois�s huy� a la tierra de Madi�n donde intervino nuevamente; esta vez en el rescate de las hijas de Jetro por parte de algunos bandidos. En agradecimiento, Jetro (tambi�n llamado Reuel) dio su hija S�fora por mujer a Mois�s (�xodo 2:15-21). Mois�s vivi� en Madi�n por cerca de cuarenta a�os.

El siguiente incidente importante en la vida de Mois�s, fue su encuentro con Dios en la zarza ardiente (�xodo 3-4), donde Dios llam� a Mois�s para ser el salvador de Su pueblo. A pesar de su excusa inicial y directa petici�n para que Dios enviara a alguien diferente, Mois�s accedi� a obedecer a Dios. Dios prometi� enviar a Aar�n, hermano de Mois�s, junto con �l. El resto de la historia es bastante conocida. Mois�s y su hermano Aar�n, van a fara�n en nombre de Dios y le exigen que deje ir al pueblo para adorar a su Dios. El fara�n obstinadamente se niega, y diez plagas del juicio de Dios caen sobre el pueblo y la tierra, siendo la �ltima plaga la matanza de los primog�nitos. Antes de esta �ltima plaga, Dios ordena a Mois�s que instituya la pascua, lo cual es un recordatorio del acto salv�fico de Dios para redimir a Su pueblo de la esclavitud en Egipto.

Despu�s del �xodo, Mois�s llev� al pueblo a la orilla del mar Rojo, donde Dios provey� otro milagro para salvarlos, al dividir las aguas y permitiendo que los hebreos pasaran al otro lado al tiempo que se ahogaba el ej�rcito egipcio (�xodo 14). Mois�s llev� al pueblo al pie del monte Sina�, donde se dio la ley y se estableci� el antiguo pacto entre Dios y la reci�n formada naci�n de Israel (�xodo 19-24).

El resto del libro de �xodo y todo el libro de Lev�tico se lleva a cabo mientras los israelitas acampan al pie del monte Sina�. Dios le da a Mois�s instrucciones detalladas para la construcci�n del tabern�culo, el cual era una carpa itinerante de adoraci�n que pod�a montarse y desmontarse para que f�cilmente se pudiera transportar, y para hacer que los utensilios de la adoraci�n, los vestidos sacerdotales, y el arca del pacto, fueran un s�mbolo de la presencia de Dios en medio de Su pueblo, as� como el lugar donde el sumo sacerdote llevar�a a cabo la expiaci�n cada a�o. Dios tambi�n le da a Mois�s instrucciones expl�citas sobre c�mo Dios quiere ser adorado y las pautas para mantener la pureza y santidad entre el pueblo. El libro de N�meros ve a los israelitas moverse desde el Sina� hasta el borde de la tierra prometida, pero ellos se niegan a ir cuando diez de los doce esp�as traen un reporte desalentador sobre la capacidad de Israel de apoderarse de la tierra. Dios condena esta generaci�n de jud�os a morir en el desierto por su desobediencia, y los somete a cuarenta a�os para divagar por el desierto. Al final del libro de N�meros, la pr�xima generaci�n de Israelitas vuelve a la frontera de la tierra prometida y se prepara para confiar en Dios y tomarla en fe.

El libro de Deuteronomio muestra a Mois�s dando discursos al pueblo a manera de serm�n, record�ndoles el poder salv�fico de Dios y Su fidelidad. �l da la segunda lectura de la Ley (Deuteronomio 5) y prepara esta generaci�n de israelitas para recibir las promesas de Dios. A Mois�s mismo se le proh�be la entrada a la tierra a causa de su pecado en Meriba (N�meros 20:10-13). Al final del libro de Deuteronomio, se registra la muerte de Mois�s (Deuteronomio 34). �l subi� el monte Nebo y se le permite mirar la tierra prometida. Mois�s ten�a 120 a�os cuando muri�, y la biblia registra que “sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdi� su vigor” (Deuteronomio 34:7). El Se�or mismo enterr� a Mois�s (Deuteronomio 34:5-6), y Josu� asumi� como l�der del pueblo (Deuteronomio 34:9). Deuteronomio 34:10-12 dice, “Y nunca m�s se levant� profeta en Israel como Mois�s, a quien haya conocido al Se�or cara a cara; nadie como �l en todas las se�ales y prodigios que el Se�or le envi� a hacer en tierra de Egipto, a fara�n y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Mois�s hizo a la vista de todo Israel”.

Lo anterior es s�lo un breve bosquejo de la vida de Mois�s y no habla de su interacci�n con Dios, la forma en que condujo el pueblo, algunas de las maneras espec�ficas en que �l tipifica al se�or Jesucristo, su centralidad en la fe jud�a, su aparici�n en la transfiguraci�n de Jes�s, y otros detalles. Sin embargo, nos da un panorama del hombre. As� que, ahora, �qu� podemos aprender de la vida de Mois�s? La vida de Mois�s generalmente se divide en tres per�odos de 40 a�os. El primer periodo, es su vida en la corte del fara�n. Como el hijo adoptivo de la hija del fara�n, Mois�s debi� haber tenido todas las ventajas y privilegios de un pr�ncipe de Egipto. �l fue instruido “en toda la sabidur�a de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras” (Hechos 7:22). Como el sufrimiento de los hebreos comenz� a inquietar su alma, Mois�s se encarg� por su propia cuenta de ser el salvador de su pueblo. Como dice Esteban ante los l�deres jud�os, “[Mois�s] pensaba que sus hermanos comprend�an que Dios les dar�a libertad por mano suya” (Hechos 7:25). A partir de este incidente, aprendemos que Mois�s era un hombre de acci�n, as� como un hombre que ten�a un temperamento fuerte y propenso a acciones imprudentes. �Quer�a Dios salvar a Su pueblo? S�. �Quer�a Dios usar a Mois�s como Su instrumento escogido de salvaci�n? S�. Pero Mois�s, si estaba o no verdaderamente consciente de su papel en la salvaci�n del pueblo hebreo, actu� precipitada e impetuosamente. �l trat� de hacer en su tiempo lo que Dios quer�a hacer en Su tiempo. La lecci�n para nosotros es evidente: debemos ser conscientes no s�lo de hacer la voluntad de Dios, sino de hacer Su voluntad en Su tiempo y no en el nuestro. Como es el caso de muchos otros ejemplos b�blicos, cuando tratamos de hacer la voluntad de Dios en nuestro tiempo, podemos empeorar m�s las cosas de lo que exist�a al comienzo.

Mois�s necesitaba tiempo para crecer, madurar y aprender a ser manso y humilde ante Dios; esto nos lleva al siguiente cap�tulo en la vida de Mois�s, sus 40 a�os en la tierra de Madi�n. Durante este tiempo, Mois�s aprendi� la vida sencilla de un pastor, un marido y un padre. Dios tom� un hombre impulsivo y con un temperamento fuerte y comenz� el proceso de moldearlo y formarlo como el instrumento perfecto que �l iba a usar. �Qu� podemos aprender de este momento en su vida? Si la primera lecci�n es esperar el tiempo de Dios, la segunda lecci�n es no estar ociosos mientras esperamos en el tiempo de Dios. Aunque la biblia no dedica mucho tiempo a los detalles de esta parte de la vida de Mois�s, no es como si Mois�s hubiera estado sentado de brazos cruzados esperando el llamado de Dios. Pas� la mejor parte de los 40 a�os aprendiendo las costumbres de un pastor, apoyando y criando una familia. �Estas no son cosas insignificantes! Aunque podamos anhelar las experiencias “m�s espectaculares” con Dios, 99 por ciento de nuestras vidas se viven en el valle, haciendo las cosas terrenales y del d�a a d�a que conforman nuestra vida. Necesitamos vivir para Dios “en el valle” antes de que �l nos enliste para la batalla. A menudo es en las cosas aparentemente triviales de la vida que Dios nos entrena y nos prepara para Su llamado en Su tiempo.

Otra cosa que vemos de Mois�s durante su tiempo en Madi�n es que, cuando Dios finalmente lo llam� al servicio, este se resisti�. Mois�s, el hombre de acci�n en sus primeros a�os de vida, ahora de 80 a�os, se convirti� en una persona demasiado t�mida. Cuando se le llam� para hablar en nombre de Dios, dijo que era “soy tardo en el habla y torpe de lengua” (�xodo 4:10). Algunos comentaristas creen que Mois�s pudo haber tenido un impedimento del habla. Quiz�s, pero entonces ser�a extra�o que Esteban dijera que Mois�s era “poderoso en palabras y obras” (Hechos 7:22). Probablemente, Mois�s no quer�a regresar a Egipto y volver a fracasar. Esta no es una sensaci�n extra�a. �Cu�ntos de nosotros hemos intentado hacer algo (si era o no de Dios) y hemos fracasado, y luego estar dudosos para volver a intentar? Hay dos cosas que Mois�s parece haber pasado por alto. Una, fue el cambio obvio que hab�a ocurrido en su propia vida en los 40 a�os de intervalo. El otro cambio, y el m�s importante, era que Dios estar�a con �l. Mois�s fracas� al principio, no tanto porque �l actu� impulsivamente, sino porque �l actu� sin Dios. Por lo tanto, la lecci�n que hay que aprender aqu�, es que cuando se puede distinguir un claro llamado de Dios, hay que dar un paso en fe, �sabiendo que Dios va contigo! No seas t�mido, solo esfu�rzate en el Se�or y en el poder de Su fuerza (Efesios 6:10).

El tercer y �ltimo cap�tulo en la vida de Mois�s, es el cap�tulo donde la escritura pasa m�s tiempo narrando, es decir, su papel en la redenci�n de Israel. Tambi�n se pueden extraer varias lecciones de este cap�tulo de la vida de Mois�s. La primera es c�mo ser un l�der efectivo de personas. Mois�s ten�a b�sicamente la responsabilidad de m�s de dos millones de refugiados hebreos. Cuando las cosas empezaron a agotarlo, su suegro Jetro, le sugiri� que delegara la responsabilidad a otros hombres fieles, una lecci�n que muchas personas que est�n liderando a otros, necesitan aprender (�xodo 18). Tambi�n vemos un hombre que depend�a de la gracia de Dios para ayudar con su tarea. Mois�s continuamente le estaba suplicando a Dios por el pueblo. �Ser�a que todas las personas en autoridad presentar�an una petici�n a Dios en nombre de aquellos que estaban bajo su cargo? Mois�s era plenamente consciente de la necesidad de la presencia de Dios, e incluso pidi� ver la gloria de Dios (�xodo 33). Mois�s sab�a que, aparte de Dios, el �xodo ser�a in�til. Fue Dios quien hizo que los israelitas fueran distintos, y ellos lo necesitaban mucho m�s. La vida de Mois�s tambi�n nos ense�a la lecci�n de que hay ciertos pecados que seguir�n atorment�ndonos a lo largo de nuestras vidas. El mismo temperamento fuerte que hizo que Mois�s se metiera en problemas en Egipto, tambi�n hizo que le causara problemas cuando divagaban en el desierto. En el incidente mencionado en Meriba, Mois�s golpe� la roca con rabia, con el fin de proveer agua para el pueblo. Sin embargo, �l no le dio la gloria a Dios, ni segui� los mandamientos exactos de Dios. A causa de esto, Dios no le permiti� entrar a la tierra prometida. De manera similar, todos nosotros cedemos ante determinados pecados habituales que nos aquejan todos los d�as, pecados que nos obligan a estar en constante alerta.

Estas son s�lo un pu�ado de lecciones pr�cticas que podemos aprender de la vida de Mois�s. Sin embargo, si nos fijamos en la vida de Mois�s a la luz de todo el abanico de las escrituras, vemos grandes verdades teol�gicas que encajan en la historia de la redenci�n. En el cap�tulo 11, el autor de Hebreos usa a Mois�s como un ejemplo de fe. Sabemos que fue por la fe que Mois�s rehus� las glorias del palacio del fara�n para identificarse con el sufrimiento de su pueblo. El escritor de Hebreos dice, “[Mois�s] teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios” (Hebreos 11:26). La vida de Mois�s fue una vida de fe, y sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Asimismo, es por fe que nosotros, mirando con ilusi�n las riquezas celestiales, podemos soportar dificultades temporales en esta vida (2 Corintios 4:17-18).

Adem�s, como se mencion� anteriormente, sabemos que la vida de Mois�s fue tipolog�a de la vida de Cristo. Al igual que Cristo, Mois�s fue el mediador del pacto. De nuevo, el autor de Hebreos hace grandes esfuerzos para demostrar este punto (cf. Hebreos 3: 8-10). Tambi�n el ap�stol Pablo lo deja claro en 2 Corintios 3. La diferencia es que el pacto donde Mois�s fue el mediador, fue temporal y condicional, mientras que el pacto donde Cristo es el mediador, es eterno e incondicional. Como Cristo, Mois�s proporcion� redenci�n para su pueblo. Mois�s libr� al pueblo de Israel de la esclavitud y la servidumbre en Egipto y los trajo a la tierra prometida de Cana�n. Cristo libra a Su pueblo de la servidumbre y de la esclavitud del pecado y la condenaci�n, y los lleva a la tierra prometida de la vida eterna en una tierra renovada cuando Cristo regrese para consumar el reino que �l inaugur� en su primera venida. Al igual que Cristo, Mois�s fue un profeta para su pueblo. Mois�s habl� las palabras de Dios a los israelitas como Cristo lo hizo (Juan 17:8). Mois�s predijo que el Se�or levantar�a otro profeta como �l de entre el pueblo (Deuteronomio 18:15). Jes�s y la iglesia primitiva ense�aban y cre�an que Mois�s estaba hablando de Jes�s cuando escribi� esas palabras (cf. Juan 5:46, Hechos 3:22, 7:37). En muchos aspectos, Mois�s es un precursor de la vida de Cristo. Como tal, podemos echar un vistazo de c�mo Dios estaba obrando Su plan de redenci�n en la vida de personas fieles a lo largo de la historia humana. Esto nos da la esperanza de que, as� como Dios salv� a Su pueblo y les dio reposo a trav�s de las acciones de Mois�s, tambi�n Dios nos salvar� y nos dar� un reposo eterno en Cristo, ahora y en la vida por venir.

Por �ltimo, es interesante observar que, a pesar de que Mois�s nunca piso la tierra prometida durante su vida, se le dio una oportunidad para entrar a la tierra prometida despu�s de su muerte. En el monte de la transfiguraci�n, cuando Jes�s les dio a Sus disc�pulos una prueba de la plenitud de Su gloria, lo acompa�aron dos personajes del antiguo testamento, Mois�s y El�as, que representaban la ley y los profetas. Mois�s est�, hoy en d�a, experimentando el verdadero descanso sab�tico en Cristo, que un d�a todos los cristianos compartir�n (Hebreos 4:9).

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