Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la desigualdad?”

Respuesta:

topreadz.com/Espanol Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la desigualdad?” Respuesta: La igualdad de derechos ha sido un tema importante en la cultura occidental durante este �ltimo siglo. Ya que esta idea de la igualdad humana est� tan profundamente arraigada en la mentalidad de la sociedad moderna, generalmente asumimos que la Biblia tambi�n la apoya completamente….

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Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la desigualdad?”

Respuesta:
La igualdad de derechos ha sido un tema importante en la cultura occidental durante este �ltimo siglo. Ya que esta idea de la igualdad humana est� tan profundamente arraigada en la mentalidad de la sociedad moderna, generalmente asumimos que la Biblia tambi�n la apoya completamente. En primer lugar, necesitamos tener una definici�n clara de la igualdad, la cual puede referirse a la igualdad en la medida; a la semejanza en la calidad, el estatus o la naturaleza; o a la imparcialidad en el trato. Tambi�n debemos diferenciar los conceptos de desigualdades naturales de las desigualdades de comportamiento.

Dios cre� a todos los seres humanos con igual valor: “Y cre� Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo cre�; var�n y hembra los cre�” (G�nesis 1:27). Al crear a los seres humanos a Su imagen y semejanza, Dios defini� nuestro valor teniendo en cuenta nuestra semejanza con �l. Cada ser humano tiene una igualdad natural con todos los dem�s seres humanos porque todos han sido creados a imagen de Dios. Ning�n ser humano ha sido creado m�s o menos parecido a Dios que otro.

La sociedad en general suele distinguir a las personas seg�n su raza, etnia, g�nero y situaci�n econ�mica, permitiendo que el favoritismo y la parcialidad se infiltren. Cuando Dios envi� a Su Hijo unig�nito al mundo para recibir el castigo por nuestro pecado (Juan 3:16-18), demostr� ser muy imparcial. Todos somos igualmente pecadores, y todos necesitamos igualmente un Salvador. Todos los seres humanos, sin importar su raza, etnia, g�nero u otras distinciones, necesitan la salvaci�n de la misma manera, por medio de la fe en Cristo, y una vez salvos, tienen los mismos derechos y privilegios de salvaci�n, siendo miembros iguales de la familia de Dios (Colosenses 3:11; G�latas 3:28). La unidad en Cristo elimina todo favoritismo y parcialidad en la iglesia. En el tema de la salvaci�n, se ha nivelado el campo de juego, y todos estamos en igualdad de condiciones. La Biblia describe a la iglesia como una entidad compuesta por partes diferentes, pero igualmente valiosas de un cuerpo (Efesios 5:30; 1 Corintios 12:27). Cristo nos ense�a que es un error faltar al respeto o abusar de otra persona bas�ndose en diferencias f�sicas, raciales, mentales o socioecon�micas (Santiago 2:1-13).

Todos los seres humanos tienen el mismo valor, y todos los creyentes tienen la misma posici�n espiritual en Cristo. Sin embargo, es evidente que no somos iguales en todos los sentidos. Cada uno de nosotros es una creaci�n �nica. F�sicamente, intelectualmente, emocionalmente, econ�micamente -en casi todas las comparaciones terrenales- los seres humanos son desiguales. Bajos o altos, delgados o gordos, d�biles o fuertes, ricos o pobres, las evidencias de la desigualdad humana est�n por todas partes. Sobre este tipo de desigualdad, la Biblia guarda un extra�o silencio. Dios no se disculpa por crearnos diferentes unos de otros (v�ase �xodo 4:11). Como las personas tienden a dar m�s valor a ciertas caracter�sticas, como la altura y la fuerza, estas desigualdades pueden tener un impacto negativo en la experiencia humana, lo que lleva a algunas personas a preguntarse por qu� Dios no hace m�s para garantizar la equidad.

Gran parte de la desigualdad en el mundo se debe a los efectos del pecado. La enfermedad, el racismo, la pobreza y las malformaciones se deben a la maldici�n que sufre este mundo a causa del pecado (G�nesis 3:16-19; Salmo 107:34; Romanos 8:22-23). Aun as�, la Biblia dice que Dios est� atento a los indefensos, y espera que los que tienen una mejor situaci�n soporten las cargas de los que no la tienen (�xodo 22:21-23; Deuteronomio 10:18; Jerem�as 7:6; Zacar�as 7:10). Dios ve la dif�cil situaci�n de la viuda y el hu�rfano y ha dado mandamientos estrictos a Su pueblo sobre c�mo cuidar de ellos. Uno de los primeros actos de caridad que realiz� la iglesia primitiva fue atender a las viudas que hab�a entre ellos (Hechos 6:1; 1 Timoteo 5:3).

La Biblia aborda las distinciones de clases sociales y habla tanto de la esclavitud como de la mendicidad sin emitir un juicio moral sobre ninguna de ellas. En vez de abolir todas las distinciones de clase, Dios puso l�mites a los sistemas sociales ya existentes y dio directrices sobre c�mo deb�a comportarse Su pueblo. Con frecuencia se critica el tratamiento que la Biblia da a la esclavitud porque instruye sobre la amabilidad y el respeto entre esclavos y amos, y no abole la pr�ctica por completo (Efesios 6:5; 1 Timoteo 6:1; Colosenses 3:22). Los mendigos era algo com�n en la �poca de Jes�s, sin embargo, �l no lider� una cruzada pol�tica para redistribuir la riqueza. Dios es plenamente consciente de los desequilibrios de la realidad humana; no obstante, la Biblia suele abordar estas desigualdades como oportunidades para que Su pueblo pueda desarrollar la empat�a y la compasi�n. Las desigualdades de rango social, de capacidades f�sicas o de recursos econ�micos son ocasiones para que practiquemos el amor al pr�jimo como a nosotros mismos (Lev�tico 19:18; Romanos 13:9; Marcos 12:31). Con frecuencia, Dios utiliza esas mismas desigualdades para ense�ar y desarrollar el car�cter de Cristo en nosotros y en aquellos a quienes servimos (Juan 9:1-3; Filipenses 4:17; Lucas 6:38).

La desigualdad de comportamiento es otro tema, que difiere de la desigualdad natural. Las desigualdades de comportamiento se derivan de las elecciones que hacemos y se podr�an considerar voluntarias; nuestras palabras y acciones provocan ciertas desigualdades. La Biblia establece una l�nea divisoria entre los necios y los sabios (Proverbios 10:8, 14; 17:28; Eclesiast�s 9:17). Las decisiones que toman un necio y un sabio son diferentes, y los caminos que siguen conducen a la desigualdad de los resultados. Ser siempre necio, rechazar el buen consejo (Proverbios 1:24-26) y no aprender de los errores (Proverbios 26:11) acabar� teniendo efectos negativos. As� como una roca que se deja caer en un estanque, las malas decisiones siguen causando repercusiones mucho despu�s de que se han olvidado las decisiones primeras. “�C�mo llegu� hasta aqu�?”, por lo general se preguntan los tontos, pero prefieren culpar a los dem�s en vez de encontrar respuestas v�lidas.

�xodo 20:5-6 muestra c�mo la desigualdad se puede transmitir de generaci�n en generaci�n. Cuando dio la orden de abandonar a los �dolos, el Se�or dijo: “No te inclinar�s a ellas, ni las honrar�s; porque yo soy el Se�or tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generaci�n de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. Leemos esto y nos preguntamos si Dios es cruel e injusto. �Le importa la desigualdad? �Por qu� castigar a los bisnietos?

La declaraci�n de Dios en �xodo 20 tiene que ver con los patrones y los ciclos dentro de una familia. Los patrones tienden a repetirse, y a menudo adoptamos el comportamiento pecaminoso de nuestros padres. Si nuestros padres eran id�latras, recurriendo a las adicciones, al dinero, a las relaciones sexuales il�citas o a la popularidad para satisfacer sus necesidades en lugar de recurrir a Dios, entonces Dios advierte que han comenzado (o est�n continuando) un ciclo de pecado. Afortunadamente, podemos romper el ciclo guardando los mandamientos de Dios. El hecho de que hayas tenido un mal padre no significa que tengas que repetir sus errores; y el hecho de que te equivoques con tus hijos no significa que est�n condenados a repetir tus errores.

Algunas desigualdades, tales como los talentos, las habilidades y los dones espirituales, son parte del dise�o de Dios para nosotros. Otras desigualdades nos las imponen nuestros semejantes, quienes nos juzgan err�neamente como “superiores” o “inferiores”, seg�n el criterio err�neo de la sociedad. Otras desigualdades las elegimos nosotros mismos, al determinar nuestro propio curso de acci�n, sabia o tontamente. Jes�s es el gran equiparador. En �l, desaparecen todas las desigualdades injustas. En �l no hay favoritismo (Hechos 10:34). Cuando Jes�s vuelva, ser� como el Juez Justo:

“No juzgar� seg�n la vista de sus ojos,

ni arg�ir� por lo que oigan sus o�dos;

sino que juzgar� con justicia a los pobres,

y arg�ir� con equidad por los mansos de la tierra” (Isa�as 11:3-4).

El trono de Dios estar� rodeado de personas de todas las naciones, tribus y lenguas, unidas para alabar Su nombre (Apocalipsis 7:9-10). En ese momento, todas nuestras diferencias y desigualdades mostrar�n su gloria de forma �nica y personal.

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