Pregunta: “�Vivir para Dios, �por qu� es tan dif�cil?”

Respuesta:

topreadz.com/Espanol Pregunta: “�Vivir para Dios, �por qu� es tan dif�cil?” Respuesta: A los que le seguir�an, Jes�s les dijo que ten�an que tomar una cruz, contar el coste y dejarlo todo (Lucas 14:25-33). “Angosto el camino que lleva a la vida”, dijo (Mateo 7:14). Las Escrituras mencionan a muchas personas de Dios que han recorrido…

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Pregunta: “�Vivir para Dios, �por qu� es tan dif�cil?”

Respuesta:
A los que le seguir�an, Jes�s les dijo que ten�an que tomar una cruz, contar el coste y dejarlo todo (Lucas 14:25-33). “Angosto el camino que lleva a la vida”, dijo (Mateo 7:14). Las Escrituras mencionan a muchas personas de Dios que han recorrido ese dif�cil camino: Daniel, El�as, Jos� y Juan el Bautista son s�lo algunos.

Romanos 7 ense�a que vivir para Dios es dif�cil para todos nosotros. El ap�stol Pablo escribi� sobre su propia lucha: “Porque seg�n el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que est� en mis miembros” (vers�culos 22-23).

Antes de conocer a Cristo, no pod�amos hacer otra cosa que pecar. No ten�amos ninguna otra opci�n al respecto. Nuestra motivaci�n era complacernos a nosotros mismos. Incluso los buenos actos que realiz�bamos ten�an una ra�z ego�sta: hac�amos cosas buenas para sentirnos mejor con nosotros mismos, para mitigar la culpa o para mejorar nuestra reputaci�n ante los dem�s. En la salvaci�n, el Esp�ritu Santo entra en nuestros esp�ritus. Rompe el poder que el pecado ten�a sobre nuestras vidas y nos libera para obedecer a Dios. Ahora estamos motivados por el amor y no por la culpa (Ezequiel 36:26-27).

Sin embargo, todav�a nos enfrentamos a la tentaci�n desde fuera y desde dentro (2 Corintios 7:5). La Biblia llama a nuestra vieja naturaleza pecaminosa “la carne” y advierte que los que est�n “en la carne” no pueden agradar a Dios (Romanos 8:8). Incluso los cristianos pueden estar “en la carne”. Aunque el Esp�ritu Santo mora en el coraz�n de cada creyente (1 Corintios 3:16; 6:19), depende de cada persona cu�nto control le permite tener. Se nos ordena: “Andad en el Esp�ritu, y no satisfag�is los deseos de la carne” (G�latas 5:16, 25). S�lo consider�ndonos “crucificados con Cristo” (G�latas 2:19-20) podemos seguir caminando en el Esp�ritu.

Jes�s no vino a reformar nuestra carne, sino a crucificarla (Romanos 6:6-7). Sin embargo, la carne no quiere morir. El profundo deseo de complacernos a nosotros mismos y de comprometernos con el mundo no muere f�cilmente. Cuando nos aferramos a nuestros derechos, nuestras opiniones y nuestras prioridades, seguimos siendo los se�ores de nuestras propias vidas. Cuando ponemos nuestra voluntad en el altar ante Dios y nos dejamos llevar, morimos a nosotros mismos. Entonces podremos ser “llenos del Esp�ritu Santo”, totalmente controlados por �l (Hechos 4:8; 13:52; Efesios 5:18). S�lo a trav�s del poder del Esp�ritu Santo podemos vivir una vida que honre a Dios. S�lo el poder del Esp�ritu puede producir buenas obras en nosotros libres de legalismo y orgullo.

El deseo de ser aceptable para el mundo es la mayor fuente de compromiso para los cristianos. No queremos sufrir el rid�culo ni enfrentarnos a ning�n tipo de persecuci�n. Es m�s agradable evaluarnos por los que nos rodean que por la Palabra de Dios (2 Corintios 10:12). No obstante, Santiago 4:4 dice: “Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”.

Cuando asumimos la falsa idea de que la salvaci�n nos facilitar� la vida, nos llevamos una sorpresa. Los que han venido a Cristo por las “bondades” que ofrece, a menudo se alejan cuando se dan cuenta de que aceptarlo significa tener un nuevo jefe. Cuando Jes�s estaba en la tierra, las multitudes amaban la comida gratis y los milagros, pero cuando empez� a hablar de las cosas duras del evangelio, “muchos de sus disc�pulos volvieron atr�s, y ya no andaban con �l” (Juan 6:66).

No podemos servir a la vez a Dios y a nosotros mismos (ver Lucas 16:13). Vivir para Dios significa que tomamos una decisi�n final sobre qui�n manda. Cuando nuestra carne empieza a reafirmar sus derechos, la llevamos de nuevo a la cruz y la dejamos morir. Cuando el pecado nos tienta, la decisi�n ya est� tomada: buscamos la voluntad de Dios sobre la nuestra. G�latas 1:10 nos pregunta: “Pues, �busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? �O trato de agradar a los hombres? Pues si todav�a agradara a los hombres, no ser�a siervo de Cristo”.

Vivir para Dios puede ser dif�cil, pero no es algo sin gozo. Pablo escribi� su m�s gozosa carta mientras sufr�a persecuci�n en Roma (ver el libro de Filipenses). Seguiremos enfrent�ndonos a la tentaci�n y a las dificultades, pero cuando la gloria de Dios es nuestro enfoque, vivir para �l se convierte en la fuente de nuestro gozo, y no en un trabajo penoso (Salmo 100:2; 1 Corintios 6:20; 1 Pedro 4:16).

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